miércoles, 12 de octubre de 2011

Seamos educados...


Hace mucho tiempo que vengo necesitando desahogar, como profesor, mi frustración.
Tiendo a ser reservado y dar mi opinión solamente cuando la calma me deja ver con claridad las palabras con que transmitirla. Pero es que se me acaba la paciencia...
Seamos educados, pero hablemos de educación. Y de lo que hay detrás.
La enseñanza madrileña está en huelga; pronto nos seguirán otros compañeros y alumnos de diferentes lugares que ven, en estadios quizá menos avanzados, cómo se les arrebata la dignidad. No es cuestión de sueldos ni de horas. No.
Porque no se trata de que a los profesores nos paguen menos (nuestros sueldos no están en absoluto por encima de cualquier otro trabajador para cuyo puesto sea exigible una formación superior y acreditar competencias desarrolladas y muy concretas), ni de que nos exijan más horas de trabajo (ya teníamos un horario de 37,5 horas semanales, que, al ser modificadas en su cualidad con dos horas más que pasan de ser trabajo de atención a sesión de clase, se convierten, porque cada alumno de clase requiere de un tiempo de dedicación fuera del aula, en bastantes más de 40), ni tampoco es que nos hagan trabajar en condiciones degradadas (más de 30 alumnos por clase, nada de los recursos tecnológicos que siempre están por llegar, actividades extraescolares eliminadas, imposibilidad de aplicar esos mecanismos de apoyo y personalización de la enseñanza que tanto se propugnan en campaña electoral...). No, que no es eso: lo peor es que nos toman por tontos y creen que no nos damos cuenta de lo que pasa.
Tampoco es solamente que nuestros alumnos se conviertan en ciudadanos de segunda: los pobres chavales de barrio trabajador marginal que quedarán en la enseñanza pública cuando nuestros políticos construyan ese sistema concertado-privatizado que ya tienen en mente y nos cuelan bajo mano poco a poco, movidos por requisitos de rentabilidad y reducción de gasto (eso sí, no esperen ustedes pagar menos impuestos por ello), esos chicos que están destinados a trabajar en las fábricas de ladrillos o en la limpieza de edificios o en la producción en serie, serán sirvientes. Es necesario que haya sirvientes para que haya amos. "¿Para qué necesitan saber trigonometría o leer poesía? Eso hay que enseñárselo al que pueda aprovecharlo", dirán. "Gente como Dios manda" (y qué poco me gusta esa frase hecha). "¿Qué es eso de que la gente llegue donde pueda, según sus capacidades?". No vaya a ser que algún lúcido se les suba a la chepa con exigencias: "Mira dónde nos ha traído esa idea ridícula de la democracia, que ya no se la tragan como se la damos y la quieren de verdad...". No, no: "La gente tiene que llegar hasta donde pueda (pagarse)". Hay que pensar en el futuro: "Así no habrá problemas y no tendremos que provocar otra crisis financiera limpiadora".
Pero vamos, que no es eso en realidad. Son cuestiones colaterales. Hay más detrás. Lo realmente importante es que quieren convencer a la gente de que peor estamos mejor, de que es necesario que estemos peor, de que estar peor nos beneficiará de cara al futuro, de que si seguimos con la absurda idea de querer ser libres (mirad el 11-S), tener las mismas oportunidades unos que otros (el comunismo ya cayó) o vivir como personas (cómprate un piso: tienes derecho según la Constitución que escribieron y aprobamos), esto es insostenible. Todos no podemos tenerlo todo porque no llega; así que usa el sentido común, confórmate y deja que los que siempre lo tuvieron lo sigan teniendo todo.
Ya me diréis como se aguanta uno de decir lo que piensa, si piensa esto.