martes, 4 de diciembre de 2012

El olvido no habita


Somos lo que podemos recordar.
Nuestros recuerdos nos constituyen como seres humanos.
Una persona con otros recuerdos sería otra persona.
Nuestra propia identidad es una construcción en proceso que parte del recuerdo (conciencia) de lo que permanece de nosotros a cada momento. Si olvidáramos quiénes hemos sido hasta ahora, seríamos desde aquí en adelante otra persona.
La vida eterna personal solo se concibe como memoria eterna de ser. Frente a la fusión anónima y energética con el Todo (muerte auténtica), en un Paraíso posible seguiremos estando como "yo", conscientes de ser, formados de recuerdos.
Sin identidad, no existe la ajenidad: no hay "otro". Si no tengo memoria (ningún dato de memoria), no sé quién soy ni quiénes son los demás, y las fronteras se borran en el Absoluto mortal: la energía ni se crea ni se destruye, solamente se transforma olvidando.
Si te olvido dejas de existir para mí. Si me olvido de mí mismo dejo de existir para mí, pero puedo seguir existiendo para ti, si me recuerdas. Otra cosa es que te recuerde como eres (eras), o construyas una imagen de mí que confundas con el recuerdo; entonces habré muerto también.