lunes, 7 de septiembre de 2009

Absolutamente nada 3

Pero si de verdad te quieres suicidar, no saltes del puente al río: el agua amortigua la caída. Y aunque ya sé que no sabes nadar, habrás oído que los animales, como eres tú y lo soy yo -no lo olvidemos-, tienen el institnto de hacerlo. Más de uno, en el último momento, ha alcanzado sin querer la orilla a brazadas limpias.
Si de verdad quieres acabar, olvídate del veneno; muchos lo vomitan en un acto reflejo. Y del corte en las muñecas, porque el dolor te hará desistir antes de profundizar lo suficiente. Tampoco es buena idea tomar pastillas sin asegurarse bien de la dosis, sin conocer el tiempo que tardarán en actuar, sin prever posibles efectos secundarios que pueden acabar contigo en el baño, descompuesto, o en urgencias, con irritaciones cutáneas que te harán sufrir más de lo que te trajo hasta tu desesperada decisión, y además sin culminar el propósito. Ni pensar en la horca, que es un artefacto más complejo de lo que parece, e incluso los verdugos profesionales prueban varias veces el aguante de la soga y la brusquedad medida de la caída; resulta difícil que salga bien al primer intento. Y en esas circunstancias no está uno para ensayos. ¡Sólo faltaría! Querer morir y tener que planificarlo; como si fuese un asesinato. Un suicido, o es un arrebato o debería llamarse de otro modo...
Si quieres ser efectivo en tu irrevocable decisión de morir, vive de verdad. No es broma. Salta al vacío y enamórate: te ahogarás en lágrimas; apura de un sorbo el trance de la muerte de los demás; córtate con el filo de la nada absoluta y desángrate en el vacío mientras te doras la píldora de tu propia vacuidad; y cuélgate del péndulo del paso del tiempo, para que en un par de oscilaciones llegue ese final inefable que nadie te puede asegurar que vaya a ser plácido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario