viernes, 4 de septiembre de 2009

Absolutamente nada 2

Todo está tristemente medido: cuánta luz puede entrar por tus ojos, el número exacto de caricias que admite tu piel, las veces que perderás el autobús, cuántos besos te darán, la totalidad de tus pasos y los pares de zapatos que vas a gastar, la suma total de los coches con los que te vas a cruzar por la carretera mientras conduces, tus suspiros, la cuenta del dinero que ganarás y gastarás, las veces que cogerás en brazos a tus hijos, las que mirarás el reloj, las que dirás buenas noches, tus penas, el tiempo que vas a perder.
Alguien sabe con rigor en cuántas fotos saldrás, cuántas palabras vas a pronunciar, el sinnúmero de las células que te componen, el infinito de veces que vas a perder la mirada, todas y cada una de las melodías que escucharás.
En alguna parte consta todo inventariado al detalle: cada uno de tus actos, de tus componentes, de tus límites.
Lo paradójico es que en un segundo concreto de ese listado previsto todas las cifras de la cuenta atrás coincidirán; todos los cálculos se cerrarán en un punto. Cuando hayas completado la profecía matemática, volverás a ser solamente cero.
(O no. Podría seguir la cuenta: el número de personas que visitarán tu tumba, la longitud que alcanzarán tus uñas y tu pelo antes de pudrirse, el momento exacto en el que reventarán tus ojos las puses de la descomposición, los segundos o milenios que durará tu muerte...)

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