jueves, 10 de septiembre de 2009

Absolutamente nada 4

Mientras te esperaba he estado pensando en cuánto me gustaría no tener que hacerlo. No porque estuvieras aquí antes que yo, sino por la poca ilusión que me hace que llegues. Me he descubierto a mí mismo deseando que tardaras un poco más para poder acabar el cigarrillo en silencio. He imaginado lo libre que me sentiría si puediera salir a la calle y decidir en la misma puerta en qué dirección caminar, y empezar el paseo sin saber hacia ni hasta dónde; sin el punto fijo de destino que eres tú, aquí. Todos los días a la misma hora.
Son muchos años ya (¿años ya?). Un beso, qué tal, oírte contarme tu día y suponer el mío. Es bueno que uno de los dos hable, si no para qué. Y, aunque tú hables, para qué. A las nueve otro beso, adiós o sexo de diario o duermevela de fin de semana. Luego, me vuelvo a mi casa. Y tú, ya sola, te haces un café que te libera, y yo, cruzando las avenidas, cambiaría tu cabeza por la sonrisa de Salomé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario