lunes, 14 de septiembre de 2009

El espíritu áspero

De Hidalgo Bayal ya leí hace tiempo La paradoja del interventor, obra recomendable, plena, sólida, con personalidad propia; ahora, con El espíritu áspero, no queda otra que reconocerle como maestro, como uno de esos escritores que figurarán en los libros de texto dentro de unos años (aunque, todo sea dicho, eso no es ninguna garantía de calidad: la historia la hacen los que vencen y la batalla de la literatura actual aún no se ha librado, ni sabemos si la ganarán quienes escriben de verdad, desde dentro, o, quizá, otra vez, quienes juntan letras y declaman; casi siempre ganan los segundos...).
Se trata de una historia de fondo previsible pero plagada de sorpresas que enriquecen el cuadro y resuelta con un estilo que a veces suena a Cervantes, en ocasiones a Delibes, a Baroja... Es la autobiografía indirecta (autobiografía de segunda mano, de la que Bayal se hace portador) de un viejo profesor de latín, cuya personalidad está marcada por vínculos indelebles con su medio rural originario y que vive en propia piel la evolución de la España del siglo XX. Se proyectan sobre ese fondo los contornos de constantes disquisiciones filosóficas, ideológicas y lingüísticas, propias de quien no ve, sino que observa y analiza, a todos los niveles, la realidad circundante.
Es un libro de literatura y de sabiduría. Es a la vez narración y pensamiento. Y es lenguaje en desarrollo: juego recurrente con la relación entre las palabras y su semántica, su etimología, la lógica de su morfología (que es a la vez la lógica de su significado relativo; al menos desde el nominalismo cotidiano).
Canela fina. Para los degustadores y quienes quieran aprender el arte de la cata literaria.

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