jueves, 18 de junio de 2009

Perdidos

Y otro tanto con Perdidos. La variedad de antítesis, juegos lógico-lingüísticos fácil o difícilmente interpretables para el televidente (los "otros", la "isla"), tratamiento del tiempo (subyace Proust), alternancia de subjetividad individual y objetividad grupal, ambas incluyendo al espectador como testigo emotivo... Cien cosas más...
Todo ello es la base de una historia que trasciende el marco de la televisión normalizada y el del cine, con el que mantiene sutiles diferencias, y constituye lo que he llamado "televisión literaria", literatura no leída, no oral, lenguaje que parte de texto literario pero añade componentes que lo particularizan.
No se trata solo de calidad: hay series de calidad en las que no entran en juego estos factores. Es algo que va más allá. Esa es la cuestión.
Dejemos de identificar literatura y libros, escritor y escritura. Hay que profundizar más para entender qué es literario y qué no. Y puede que la literatura esté también en las series de televisión. O en todas partes... puede que sea Dios (!?).

House

En House las escenas se intercalan en busca de un juego de intensidades que hacen moverse el ánimo del espectador desde la identificación con el frío protagonista hasta la implicación personal en los sucesos afectivos que lo rodean. En un alarde de técnica narrativa, vemos la mente del doctor House funcionando sin necesidad de un narrador omnisciente o voz en off. Visualizamos metáforas sobre la ilusión-desilusión, confianza-desconfianza, esperanza-miedo... Se nos aparece el subconsciente del médico con forma de fantasma explicable que aporta caracterización. El amor adopta formas confusas que enriquecen las relaciones entre los personajes e influyen en sus acciones, y, así, en la historia.
Calidad 100%.
Una obra maestra que no hace falta leer.

Televisión literaria

Hablábamos de las series que tienen algo de literario, y decía yo que consiguen sensaciones literarias por la importancia de sus factores narrativos y estilísticos. Me explico.
Desde luego, estas series parten de un estudiado guion, que es, de por sí, texto puramente literario de género dramático; con particularidades técnicas pero ni más ni menos que eso. Toda representación televisiva tiene ese mismo comienzo, pero depende de su grado de literariedad, así será el resultado más o menos literario. Si el texto guionizado pasa de ser una mera indicación técnica, escenográfica y de diálogo (cosa a la que se limitan también las malas obras de teatro, a la altura de la televisión no literaria), y busca el desarrollo narrativo desde el estilo de contar y la recreación visual de las figuras literarias, entonces tenemos televisión literaria. Lo mismo que ocurre en el cine, pero con la dificultad añadida de articularse en un capítulo semanal.

TV y literatura

Mucho se habla de cine y literatura (es un tema clásico en los cursos de verano de cualquier universidad), pero menos se trata de las relaciones de esta última con la televisión. Como breve reflexión inaugural de esta nueva línea temática, hoy me pararé en dos series televisivas que tienen, en mi opinión, algo de literario: Perdidos y House.
Repito: tienen algo de literario; no son adaptaciones de ninguna obra concreta ni su base es libresca, al menos no de manera demasiado evidente, pero tienen ese no sé qué que llamamos literatura y que a veces se queda demasiado encerrado en la actividad de leer. Ni es literatura todo lo que se lee, ni la lectura es el ámbito único de la literatura...
Es cierto que House es una recreación de Sherlock Holmes, y los personajes de Perdidos remiten claramente a Robinson Crusoe, pero de ahí en adelante, todo es más difuso. ¿Por qué me parecen literarias estas series? Por la importancia de su factor narrativo y estilístico. Esa es la clave. Parten de factores propios de la escritura literaria y producen sensaciones paralelas a las de la lectura de una obra literaria.
Son literatura que no se lee, como los escritores que no escriben siguen siendo escritores.

viernes, 12 de junio de 2009

Libros de la Feria


Lo dicho: ayer estuve en la Feria del ganado escritor y publicante. Y, como dije, no molesté a ningún escritor que mereciera la pena. Encontré dos. Uno solo y callado, el otro departiendo distraído con un librero-editor condescendiente-servicial.
Os remito a sus libros. No los compré, pero lo haré. No los he leído, pero lo haré. No les pedí la dedicatoria, y no me arrepentiré de ello.

miércoles, 10 de junio de 2009

Feria de escritores

Mañana me acercaré a la Feria del libro. Es un rito anual.
Me gustan los libros, pero no las ferias. Todas tienen un eco de mercado de ganado. En este caso, el ganado son los escritores, expuestos (al calor y, la mayor parte de las veces, a una humillante soledad entre el tumulto) en esas casetas que son todas prácticamente iguales, por fuera y en su contenido. Librerías como panaderías o carnicerías.
Compraré algo, seguro. Pero si algún libro realmente me interesa, si hay algún autor que merezca la pena, seguro que ni me acercaré a hojearlo o a pedir dedicatoria, porque lo encontraré, al libro, de canto, disimulado entre lomos coloridos y plastificados, y al escritor, abstraído fumando o conversando con el librero como quien oye llover, y no querré molestarlos.
Si uno escribe un buen libro, tiene el derecho ganado de que, al menos, lo dejen en paz.

jueves, 4 de junio de 2009

No escritores que escriben

Le damos la vuelta al post anterior... ¿Cuánta gente se siente escritor sin haber escrito nada (o casi nada)? ¿Y al contrario? ¿Cuántos libros han sido escritos por gente que no piensa como un escritor? No es cuestión de pruebas palpables y documentables (cartesianismo radical: hay texto -no me atrevo a decir "literatura"-, luego hay escritor); no se trata de cuánto escribas, sino de vivir como si escribieras; no es que produzcas dos títulos por año y cobres tanto. Tiene más que ver con que sientas que escribes, incluso aunque no lo hagas.
Otro gallo nos cantara si lo que leemos lo hubiese escrito alguien con conciencia de escritor, no con formalidad profesional, cumpliendo plazos editoriales o atendiendo a su "target" (odio esa palabra...). Si leyéramos lo que alguien no ha escrito aún o no escribirá nunca, pero que pensó para ser escrito. Habría miles de borradores emborronados flotando en el aire, tirados en las papeleras de los parques, en los buzones... La mayoría no servirían para nada, como muchos de los títulos de las librerías, pero habría más posibilidades de encontrar oro.
Sería un poco como Internet ¿no?

lunes, 1 de junio de 2009

Escritores que no escriben

Soy de esos que siempre tienen que buscarle un porqué a todo. Si no sé por qué hago las cosas, me parece ridículo invertir el más mínimo esfuerzo en hacerlas. Y no se trata exactamente de motivación, sino de causalidad. Si algo no tiene causa, no encaja en mi esquema y ya está. Si no entiendo de dónde viene, no veo adónde va. ¿Cuadriculado? Llámame como quieras, pero incluso para dejarme llevar necesito una razón. Generalmente no va más allá de la conveniencia: si algo conviene, ya hay causa para arrancar. Otras veces, la cosa es más sutil...
Por ejemplo, este blog. Por qué escribo este blog. Esa es la cuestión, que diría el otro. No se trata de conveniencia pura y simple; tampoco es algo que nazca de la necesidad (que no es más que una forma de deseo, por otra parte...). La cuestión tiene filo: me he planteado este blog como un salvavidas para una parte de mí que se hundía. Me explico: de un tiempo a esta parte, el escritor que hay en mí (suena pretencioso ¿verdad? Lo es) ha dejado de hablarme, de pensar en párrafos y corregir sobre la marcha el estilo de lo que el diálogo conmigo mismo articula a cada segundo, a cada estímulo. Hace ya años que pienso como una persona normal (permítaseme otra vez la ínfula: nadie quiere ser completamente normal, ¿no es cierto?), y no como si lo que pienso fuese escritura, lo fuese a escribir alguna vez o no. Nunca he escrito nada que merezca demasiado el esfuerzo de leerlo (por lo menos la pena de releerlo), pero me sentía escritor porque mi cabeza escribía un invisible libro de corriente continua, que se quedaba en la inopia de mi propio pensamiento.
Ahora necesito algo como este blog, forzarme a pensar para escribir, o a escribir pensando, o a que lo que pienso quede escrito, o a que mi reflexión retome su texto. Quizá vuelva a ser otra vez un escritor.
Aunque no escriba más que retazos, quizá piense grandes obras. A mí me basta.