viernes, 9 de septiembre de 2011

Dulce jueves, de Steinbeck


Steinbeck siempre logra algo especial: que compartamos el silencio del indio Kino de La perla, que no odiemos a George por matar a Lennie en De ratones y hombres...
En Dulce jueves nos convierte en cómplices.
Nos encontramos con un devenir desordenado, algo faulkneresco pero con notas personales: fluidez narrativa en líneas discontinuas, sucesión de imágenes apenas insinuadas pero no por ello menos cargadas de fuerza que en otros de sus libros, personajes desdibujados e indefinidos pero complejos e interesantes e impredecibles.
El propio autor hace una declaración de intenciones al principio del libro, por boca de uno de los personajes: quiere escribir una historia sin descripciones y sin presuposiciones. Sin estructura artificial; orgánica y autosuficiente como el devenir mismo de la vida.
Y eso es lo que se encuentra el lector, una historia que cobra vida propia más que imaginaria, que se crea como lectura personal y única partiendo de unas bases que el escritor ha trabajado para precisamente permitir ese difícil proceso de la implementación necesaria del receptor del texto para lograr el nacimiento de sus personajes, su movimiento, sus acciones dentro del universo no pre-creado hasta que uno abre la primera página y comienza a leer.
No soy amigo de resumir argumentos, eso ya lo hacen las solapas de los libros destinados a venderse bien, pero es que en este caso, además, me sería enormemente difícil contar lo que pasa en esta novela. En todo caso os podría explicar lo que pasa en la que yo he leído. Pero eso no tiene ningún interés.
Mejor dejad que fluya ante vuestros ojos otra diferente.

1 comentario: