lunes, 1 de junio de 2009

Escritores que no escriben

Soy de esos que siempre tienen que buscarle un porqué a todo. Si no sé por qué hago las cosas, me parece ridículo invertir el más mínimo esfuerzo en hacerlas. Y no se trata exactamente de motivación, sino de causalidad. Si algo no tiene causa, no encaja en mi esquema y ya está. Si no entiendo de dónde viene, no veo adónde va. ¿Cuadriculado? Llámame como quieras, pero incluso para dejarme llevar necesito una razón. Generalmente no va más allá de la conveniencia: si algo conviene, ya hay causa para arrancar. Otras veces, la cosa es más sutil...
Por ejemplo, este blog. Por qué escribo este blog. Esa es la cuestión, que diría el otro. No se trata de conveniencia pura y simple; tampoco es algo que nazca de la necesidad (que no es más que una forma de deseo, por otra parte...). La cuestión tiene filo: me he planteado este blog como un salvavidas para una parte de mí que se hundía. Me explico: de un tiempo a esta parte, el escritor que hay en mí (suena pretencioso ¿verdad? Lo es) ha dejado de hablarme, de pensar en párrafos y corregir sobre la marcha el estilo de lo que el diálogo conmigo mismo articula a cada segundo, a cada estímulo. Hace ya años que pienso como una persona normal (permítaseme otra vez la ínfula: nadie quiere ser completamente normal, ¿no es cierto?), y no como si lo que pienso fuese escritura, lo fuese a escribir alguna vez o no. Nunca he escrito nada que merezca demasiado el esfuerzo de leerlo (por lo menos la pena de releerlo), pero me sentía escritor porque mi cabeza escribía un invisible libro de corriente continua, que se quedaba en la inopia de mi propio pensamiento.
Ahora necesito algo como este blog, forzarme a pensar para escribir, o a escribir pensando, o a que lo que pienso quede escrito, o a que mi reflexión retome su texto. Quizá vuelva a ser otra vez un escritor.
Aunque no escriba más que retazos, quizá piense grandes obras. A mí me basta.

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