martes, 1 de junio de 2010

No sé escribir poemas...

Me gustan los días cortos.
Cabe menos sufrimiento.
Y menos dicha, dirás.
Nunca hay dicha para todo un día.
Recuerdo que amanecía
y me marchaba de tu cama
saliendo al frío
con el roce de tus mejillas en mi pecho.
Y el día acababa ahí.
Y cuando
tras el fluir ilusorio de las horas
llegaba a casa
y me recibían la tibia luz
de esa lámpara japonesa de papel
y el viento de verano en las cortinas.
Ahí empezaba otro.
No mires el reloj.
Es el ser de las cosas.
No se puede ser feliz
durante todo el día.

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