miércoles, 27 de abril de 2011

La bondad de los ancianos y los niños, los borrachos sinceros, el amor ciego y otros cuentos


Se da por supuesto que todos los niños son ingenuos y los ancianos respetables.
Y que los borrachos siempre dicen la verdad.
Y que el amor es ciego (e involuntario).
Y que no hay mal que por bien no venga.
Pero hay niños, muchos, que son y serán consumados cabrones, aunque les hagan panegíricos el día de su muerte, dentro de ochenta años; ancianos que jamás, desde que nacieron, dijeron la verdad ni quisieron a nadie, que viven solos y en la miseria y tienen mil hijos, y dices "Cómo han sido capaces esos hijos de abandonar a su pobre padre", sin saber quién abandonó antes, quién merece o no su destino.
Los borrachos mienten siempre porque se dan cuenta de que da igual lo que digan. De vez en cuando se les escapa la verdad porque la han confundido con la falsedad, pero les consuela de su error que nadie se toma muy en serio lo que dice un borracho.
Y uno no se enamora si no quiere vendarse los ojos.
Y si para que llegue el bien hace falta un mal, este mundo es el más perfecto de los posibles al estilo de Leibniz y de Voltaire.

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