miércoles, 20 de abril de 2011

Procesiones molestas


No soy ateo. Me falta valor. Serlo implica llegar a una serie de conclusiones que no me atrevo a enfrentar. Tan complicadas de asumir como la misma idea de Dios.

Antecedentes:
Hace unos días leíamos en la prensa la prohibición de una "procesión" atea que se había convocado en Madrid.
Argumentario previo:
Vaya por delante que me parece ridículo seguir los mecanismos sociales de la religión para reivindicar el derecho (?) a no ser (?) religioso. Es como dar una misa atea.
Quede dicho que veo cierto fondo de provocación en el hecho de hacer coincidir la expresión de ese ateísmo con las procesiones de Semana Santa, como por buscarle las cosquillas a los penitentes (que tampoco tienen mucho que ver con la religión, la verdad).
Habiendo otras posibilidades de manifestación, estas me parecen burdas. Como los que están en contra de la bajada del precio de las patatas y las tiran en medio de la carretera para cortar el tráfico (¿bajada de precios y desperdicio?, ¿tráfico y patatas?). Como los que protestan porque en la escuela se impartan asignaturas que adoctrinan a los jóvenes convocando jornadas para la juventud adoctrinada (por ellos, claro)...
Situación:
Un comentarista televisivo (cientos, miles hay: no recuerdo quién), refiriéndose a la noticia referida, dice que lo primero que tienen que respetar los ateos desfilantes frustrados es la regla básica de la convivencia social: "No molestar".
Cuestionamiento y deducción:
Claro, no molestar los ateos a los católicos (mejor, ya digo, llamémosles penitentes, porque parece que si no se mezclan cosas); porque de que las procesiones molesten a quienes no se sienten representados ni por su religión ni por su cultura en esa parafernalia, ni hablemos. No está bien que los ateos hagan procesiones porque molestan, pero las largas filas de capuchones fantasmagóricos con hachas ardientes en la mano que "alegran" la ciudad, los cortes de tráfico que te atascan donde menos te lo esperas hasta que pase la comitiva (horas, a veces; sin contemplación: haberte informado antes de coger el coche), las tamborradas a media noche (los bebés, que se vayan acostumbrando a la tradición), el espectáculo sangrientro de una ejecución representada por los vecinos del pueblo ante tu puerta con profusión de efectos especiales sangrientos y música distorsionada de Bach (si se vieran... conmovedoramente escalofriante; perdónalos porque no saben lo que hacen), la vergüenza de la vistosidad costosa de un rito que conmemora una metáfora de la caridad suprema (millones de euros bien invertidos en crisis: estoy en paro y voy a pagar lo que no tengo por salir de nazareno y cumplir una promesa a cambio de la que espero que Dios me mande un trabajo)... todo eso no molesta, ¿verdad? A nadie, ¿verdad? Ni a la gente de otras religiones para cuyas celebraciones no se cortan las calles ni se declaran estados de excepción (¿no han prohibido ahora en Francia cubrirse completamente cuerpo y rostro en la vía pública? ¿hay capuchones allí?; aunque esto sería otro tema de discusión, desde luego), ni a los que vemos este tipo de algarabías como un resto atávico de chamanismo barroquista y turístico, ni a los que preferirían tener dos días libres en mayo pero se los colocan todos los años en un jueves y un viernes del calendario lunar, ni a los que, simplemente, señores, nos parece que la regla principal de la convivencia en sociedad es "no molestar", pero a nadie.

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