martes, 26 de abril de 2011

Velocidad con tocino


Comentando con un amigo, en un paseo lento adecuado a este asueto primaveral nublado, me decía que esa misma mañana, llevándole a su casa de las afueras, un taxista le había dicho, con la severidad propia del gremio y señalando a un coche que circulaba más lento por el carril derecho: "Ahí va un socialista". La perplejidad de mi amigo le llevó a romper su norma de no mantener con los taxistas más conversación que la relativa al tiempo o al tráfico, y solo si resulta inevitable y descortés no quedarse en silencio. "¿Por qué lo sabe?", dijo. "Va a 110." "¿No hay que ir a 110?" La aguja del taxi, se fijó, marcaba 120. "Yo no pienso seguir las normas absurdas de estos ignorantes."
Taxistas aparte, la anécdota me hace pensar: simplificando, según esta regla de tres, los que van por la carretera a la velocidad que marca la ley son socialistas, y los que no, populares (o, al menos, no socialistas). Ya me explico por qué cuando conduzco a 110 todo el mundo me pasa. ¿No dicen las encuestas que los populares van a ganar las elecciones? No tiene otra lectura.
Algo parecido ocurre con el asunto de la corrupción de los políticos (en este caso referido a todos los partidos): cuanto más cargos corruptos aparecen, más aumenta la intención de voto que les sustentará en el puesto; si alguien tiene que robar, que sea de los míos.
Las reglas y la honradez para los ignorantes.
Lo que no entiendo ni a través de la lógica rastrera de la deducción pura y lineal es si los que van a 120 -o apoyan/votarían a los corruptos- lo hacen solo por jorobar (¿a quién?), o, simplemente, por llevar la contraria (¿al código de la circulación, a la Guardia Civil, a las multas, a la ley?).
Y conste que me parece una medida de chichinabo lo de bajar la velocidad máxima en autovía en 10 km por hora. Ni es medida ni es nada; o hacemos algo de verdad o no nos molestamos.
Pero, sea como sea, es una norma, ¿no?
¿Puedo decidir qué normas cumplo?

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