viernes, 28 de agosto de 2009

Más tormentas de verano en un verano sin tormentas 2

Nuestro segundo grupo playero objeto de análisis son las laboriosas madres de familia, que insistieron en ir de hotel porque en el apartamento les toca cocinar, fregar y hacer las camas, como en casa, así para qué; se hacen ilusiones de descanso y luego marcan con las arrugas horizontales de su rostro la decepción de no haber enseñado a sus hijos a callar, a atarse las zapatillas, a decidir qué hacer si se aburren, a entender qué son unas vacaciones en definitiva. Las vigilantes madres sienten, además, que el medio amenaza la seguridad de su prole y se afanan en untarles cremas anti-medusas, anti-alergias, anti-uva y anti-picaduras de insectos (anti-prurito en general, podríase decir), y en controlar al mínimo sus horas de digestión, de sueño, de sol. Ni una sola ocasión de tumbarse sobre la arena y cerrar los ojos. Bendito colegio...
¡Quiero irme a casa!
¿Y los niños? Son los que mejor se lo pasan, qué duda cabe. Pero a ratos y cortos, porque si quieren ir al agua es pronto o tarde; si jugar con la arena, sucio; si corretear, nunca lejos; si quedarse quieto y callado, este niño está enfermo. Los hay más o menos renuentes, sin embargo a casi todos, a la media docena de negativas, se les traduce en el gesto la desgana. Al menos en el colegio no les prometen diversión...
¡Queremos irnos a casa!

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