jueves, 13 de agosto de 2009

Tormentas de verano 1

¡Será posible! ¡Maldita sea mi sombra! Me divorcio. Me vengo de vacaciones en junio, que hay menos gente, al quinto pino para estar solo, pagando el suplemento por uso individual de la habitación del hotel, que es algo que nunca entenderé. Me busco el sitio más apartado de la larga playa casi desierta de esta ciudad del norte, que es más para venir en otoño que en verano. El chiringuito más vacío, casi en la bocana del puerto. La mesa más apartada, junto a las papeleras. Pido un gin-tónic, porque en treinta y siete años nunca me ha dejado beber una puñetera copa aquella harpía... Que ya va siendo hora de hacer lo que me dé la santa gana... ¡Solo, por fin! ¡Solo! Para entretener los dedos me pongo a arrancar la etiqueta del refresco poco a poco, con el piquito de la uña... y ¿qué me encuentro? ¡Me ha tocado el premio gordo de la promoción veraniega! Un crucero al Caribe "para compartir con tu pareja siete noches románticas de lujo y relax", y, "por si te parece poca marcha", una estancia en playa Bávaro "con los diez amigos que tu elijas, que estarán esperándote allí cuando desembarques". ¡Mis muertos!

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