miércoles, 22 de julio de 2009

Historias sin más historia 3

La Biblia no entra en estos detalles, pero os puedo contar que Lot pensó, en medio de la hecatombe purificadora, que Dios era, al menos, original. En ese mismo instante estaba destruyendo Sodoma y Gomorra al modo tradicional, es cierto: con llamaradas de fuego que caían desde el cielo y dejaban en el suelo tan sólo el rescoldo de lo que hubiera. Pero a la hora de castigar a su mujer por mirar hacia atrás, se le ocurrió convertirla en estatua de sal. No deja de ser un alarde, la verdad. "Un poco exagerado, pero creativo", se dijo. ¿Qué otra cosa cabe esperar de Dios, sino creatividad?
Decidió el pobre viudo, tras mirar y palpar unos segundos a la estatua en escorzo (con mucho cuidado de no echar la vista atras, visto lo visto), cogerla como fardo a la espalda y llevársela. Aunque sólo fuese condimento, era lo que quedaba de su esposa... Quizá rezando piadosamente hubiese vuelta atrás...
La acarreó un buen trecho, Dios lo sabe, pero siendo de sal, pesaba aún más que hecha carne, la condenada (nunca mejor dicho), y no hubo otra que seguir camino dejándola como monumento mudo a la curiosidad que la había perdido. Al pobre Lot le habían crujido ya todos los huesos.
A la sazón (nunca mejor dicho; permítaseme de nuevo) empezó a llover (agua), y Lot nunca supo si Dios lo hizo por apagar la llama de las ciudades del pecado que abrasara minutos antes -puede que para ver si quedaba algo en pie o ya era suficiente dosis de apocalipsis-, o para disolver a su pobre costilla y ahuyentarle la idea de volver a recogerla -con el fin de guardarla como recuerdo más que nada.

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